miércoles, 20 de octubre de 2010

Sobre la elección de Mario Vargas Llosa al premio Nobel.


Le llego la hora al escritor peruano, tras una dilatada trayectoria de escritor y articulista se le da el más alto de los honores literarios. Es un nombramiento no exento de polémica, polémica traida a razón de ideario político, a la caracterización de su personaje mediático y a sus acciones políticas.

Es así que después de la lectura de varios diarios españoles, la mayoría de los articulistas están a favor de su nombramiento para tal galardón y sus detractores critican el dicho personaje mediático, no su calidad como escritor, y es que la fama es una prostituta (mejor dicho una visitadora) da sumos placeres, pero acaba destrozando tu vida pública y en ocasiones la privada.

Compartió en sus inicios inquietudes y amistades con su eterno competidor G.G. Márquez, amigos en un principio enemigos al final, y todo por un lio de faldas (si es que el realismo mágico sigue siendo necesariamente eso, realismo), y una sonora bofetada que ensordeció los mensajes mutuos de admiración, y también su amistad.

Los que critican a Llosa, no pueden evitar su aprecio por Márquez, uno relamido, liberal, bien peinado y mejor relacionado; el otro desaliñado (no siempre), progresista, pelo enmarañado y relacionado con el "lado oscuro" de la política latinoamericana. Aquí están, sacados de la misma cepa cultural y enfrentados como dos colosos insuperables de la literatura de habla hispana contemporánea.

¿Qué sacar de M.V.Llosa? En realidad se pueden sacar de él varias cosas, solamente destacar una muy interesante, el estudio pormenorizado de las estructuras del poder establecidas en la sociedad latinoamericana de la última mitad del siglo XX, y la proyección en el mundo latinoamericano de la búsqueda de ese héroe individual, ese sujeto ideal y normativo de cambio de la sociedad Latinoamericana. Búsqueda que realiza primero a partir de sus obras (La
ciudad y los perros; La guerra del fin del mundo), y después a través de la política a partir de 1987. Esa tipología de sujeto tendrá las características clásicas del individualismo liberal, son los grandes hombres los que dan sentido a las naciones, no es el pueblo el que designa su destino, sino unos poco entre ellos los que bajo la égira liberal marcan el camino a seguir. La libertad total del individuo, pero no desde la igualdad de los mismos, sino desde la exigencia de la misma como un valor congénito a la naturaleza humana. El resultado es una especie de ciudadano Kane criollo lleno de energía, con un gran dominio del castellano y excelso en sus acciones, pero rodeado de contrariedades que no le dejan medrar (por una sociedad terriblemente desigual que ellos mismos perpetuán) al igual que Pantaleón.

El tiempo del hombre "hecho así mismo" espira, es un mito que no convence a nadie, ya no son creíbles las Odiseas contra gigantes, dioses y monstruos. Nadie opera desde una isla, nadie puede medrar sin la participación de los demás (colaborando o explotando), el culto al ciudadano Kane es el ultraliberalismo incipiente. Portadores de la égira liberal pretendéis hacer creer que vuestras afirmaciones economicistas son la verdad, construyen héroes mitológicos que adormecen a los crédulos. Pero al igual que Pantaleón saben que un hombre por válido que este sea no puede cambiar el mundo, y que al final se puede aislar en una montaña como su contrario perfecto el anarquista a vivir de sí mismo.

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